sábado, 5 de diciembre de 2009

Empanadas, réquiem y brasileros en Lederhösen

Estoy hace casi dos meses en Buenos Aires y empiezo a sentirme bastante en casa, cosa que normalmente ocurre después de haber hecho algunos amigos. Los saludos diarios con el hombre de la seguridad de la esquina y de la pizzería así como encontrar por la calle a las chicas de “mi” bar y la abuelita napolitana de “mi” lavandería me hacen pensar que llevo años acá (también porque a la gente de mi barrio en Holanda, apenas los conozco).



Junto a una compañera argentina y sus amigos fui recientemente a comer empanadas y pizzas. Me parece que ya eran las once cuando empezamos a comer y duró un largo rato hasta que terminara mi plato. Esto me pasa a menudo acá, porque mis compañeros de mesa suelen hablar mucho durante la comida y obviamente no puedo evitar responder. (No voy a decirles que hay padres holandeses, sobre todo antes de mi generación, que prohíben hablar durante las comidas). A esa hora el restaurante estaba todavía muy lleno, también con niños pequeños que luchaban contra el sueño. Mi madre, de vacaciones en Italia, se enfadaba siempre sobre este hecho, pero también acá es costumbre introducirlos a una edad joven a la vida nocturna.

En Holanda salir muchas veces significa ir a un bar, restaurante o cine pero acá desde que llegué fui al teatro y a un concierto de música clásica. La prima de un amigo argentino va a un “escuela secundaria musical” y actuó en una iglesia en Saavedra, un barrio en el norte del centro. La iglesia estaba llena de familiares orgullosos que, con el celular y la cámara, luchaban contra el paso del tiempo. La serena atmósfera junto con los tonos límpidos era emocionante. No obstante fue una lástima que los argentinos, que pueden hablar desde su nacimiento, tenían que hacerlo también en este momento. Pero esta índole social tiene también sus ventajas. Cuando ví pasar a un chico con mate dije a mi amigo que todavía no lo había probado, naturalmente a voz alta, así que el chico podía oírlo y no podía hacer otra cosa que ofrecerme su vaso.



En la fundación también me ocupo mucho de cultura. Viernes el 16 de noviembre tuvo lugar en un centro de idiomas en Recoleta -un barrio elegante en el centro- ‘Global Village’ (‘Pueblo mundial’). Esto es un mercado cultural que anualmente y en todo el mundo viene organizado por AIESEC, la organización de estudiantes más grande del mundo que ayuda estudiantes a encontrar una práctica desafiante. El fin de este mercado es simple, poner los habitantes locales en contacto con otras culturas. Semejantes cosas siempre me atraen, además quiero colaborar con AIESEC y embajadas en el marco de mi proyecto de atraer más practicantes extranjeros a Argentina.


Los países participantes (entre otros Holanda, Finlandia, La República Checa, Brasil, Colombia, México, Canadá, India y China), que venían representados principalmente por sus embajadas tenían un stand con información, objetos y snacks nacionales y hacían una charla informativa con video. Aprendí que Brasil tiene la mayor comunidad africana y japonés (fuera de esos países) y que Colombia es uno de los países del mundo con la mayor biodiversidad. Saboreé empanadas indias con verduras y anís y vi en un video de brasileros y alemanes vestidos en ‘Lederhosen’ (‘pantalones de cuero’) bailando por las calles de Río durante su ‘Oktoberfest’ (fiesta de cerveza festejada en octubre). En Latinoamérica, la cultura no es tan ligada a fronteras nacionales como en Europa. También me dieron la dirección del mejor restaurante mexicano de Buenos Aires. El sonido del video sobre Holanda, un poquito fuera de época –y por esto gracioso- desafortunadamente no funcionaba bien, así que la chica (en la foto a la derecha) tenía que comentarlo ella misma. El ‘kruidkoek’, ‘tarta de hierba’ hecha por la madre holandesa de una chica argentina de AIESEC, lo compensó. Los argentinos estaban impresionados sobre todo por los campos de flores y ‘hagelslag’, (“fideos cortos de chocolate”) que ponemos en nuestro pan mantequillado durante el desayuno o la comida. También aprendieron que mi país no es un Sodoma o Gomorra pero que nuestra política de droga y prostitución justo previene mala conducta.

Noortje Peverelli, practicante holandesa

No hay comentarios: